Las rede sociales son vitrinas de una ola de noticias falsas. En ellas, abundan los errores de ortografía y los falsos líderes que dicen todo y nada con unos cuantos caracteres. La vacuna contra esta epidemia está en los libros y en hacer de la lectura un ejercicio consciente que despierte el interés por pensar, cuestionar y replantear el entorno en que vivimos.
La escuela de este siglo, más allá de enseñar a descifrar y a repetir los sonidos de los párrafos, tiene el desafío de enseñar a comprender y a dudar de lo que se lee, a ser críticos para evitar caer en las trampas de aquellos que prefieren la ignorancia para sembrar divisiones, odios, guerras y desesperanza y levantar muros con sus dogmas
Eel caricaturista español Antonio Fraguas de Pablo (mejor conocido como Forges) afirma en una de sus piezas que: “el patriotismo es una indigestión espiritual que se cura leyendo”. Los libros son herramientas para la libertad, que nos enfrentan a múltiples realidades y cuántos más tengamos a disposición, mejor: así habrá más puntos de comparación, dudas, ideas, contradicciones, retos y preguntas.
La exposición a los libros es un ejercicio que debe empezar desde los primeros años de formación: Exponerse al juego de las letras y las sílabas no enferma a nadie; por el contrario, facilita el proceso de alfabetización y cuando la lectura se comenta con los niños en forma grupal, favorece el espíritu crítico, la imaginación y la creatividad.
Que haya libertad en las aulas para cuestionar los diálogos de los personajes de un texto, los colores y las formas y que tengan la misma libertad de proponer, porque solo cuando hay espacio para la proposición, se encuentran nuevas soluciones y se despierta el gusto por la imaginación: herramienta subutilizada en esta era digital en la que los estudiantes erróneamente creen que un clic, copiar y pegar es sinónimo de pensar. Esto, porque algunos de sus docentes también son cómplices de ese facilismo.
Las fallas en lectoescritura se arrastran durante primaria, secundaria y llegan a la universidad porque no hay interés en aprender ni cuestionar, sino solo en aprobar cursos, aunque sea con la nota mínima. Por eso, no es sorpresa que un profesional cualquiera comparta en sus redes sociales la noticia falsa que lee en Facebook y que, a su vez le importe poco escribir con mala ortografía.
El Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce) detalla que el 50% de los estudiantes en Costa Rica aprueba primaria sin saber inferir ideas de un párrafo ni interpretar figuras literarias; son incapaces de reconocer la función de un verbo o el significado de una palabra, según el contexto en el que se les presenta; y ni qué decir de los serios errores de ortografía y de una pobre producción textual.
A todas estas debilidades: más libros, más preguntas en las aulas, más lecturas comentadas en grupo, más visitas a las bibliotecas y menos tolerancia a los errores de ortografía, a copiar y pegar desde Internet, a la pereza cómplice de no pensar. Solo así podemos derribar los nuevos muros.